Tras una victoria discreta pero no menos merecida en Düsseldorf, Eurovisión nos lleva este año a una ciudad de gran encanto, aunque desconocida para muchos: Bakú. La capital del Caspio es uno de los enclaves más pintorescos del Cáucaso, y antes de que tenga lugar el festival, ¿qué menos que conocer un poco más de Bakú?
Bakú es una ciudad poblada, con una población que ronda los dos millones de habitantes (aunque si me lo permiten, el área metropolitana suma más de tres millones). Situada a orillas del lago más grande del mundo, el mar Caspio, la capital de Azerbaiyán es un lugar alejado ( la capital más oriental de Europa) pero también la cuna de una civilización muy rica y de amplia tradición, cuyos orígenes se remontan a la antigua Persia.
Durante su época soviética, era una zona turística de amplio reconocimiento, si bien en la actualidad dicha infraestructura turística se encuentra en desuso. Como principales monumentos, encontramos la Torre de la Doncella y el Palacio de los Shirvanshah, ambos declarados patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aunque si queremos perdernos entre el encanto de sus calles, nada más hace falta perderse por un auténtico laberinto de callejuelas medievales de gran capricho. Claro que algo imprescindible si nos encontramos allí sería un paseo por su Boulevard, que discurre a orillas del Caspio, y nos reporta a lugares tan emblemáticos como la Plaza de la Bandera, además de los principales edificios del país, cuyas líneas de diseño nos harán creer que nos encontramos, precisamente, miles de kilómetros al oeste, en el centro de París. Tanto es así que a la capital del Azerbaiyán se la denomina coloquialmente la París del este.
Unas puestas de sol extraordinarias, y una gente amable y hospitalaria, ya casi de mentalidad europea, que divisa a lo lejos las metas de su desarrollo.
En gran parte, Bakú debe su potencial económico fundamentalmente al petróleo, ya que Azerbaiyan es el enclave petrolífero más importante del Cáucaso, y antigua reserva petrolífera de la Unión Soviética. Al respecto, merece la pena hacer un par de viajes en metro, pues el de Bakú, al igual que el moscovita, se encuentra decorado caprichosamente como si de un palacio se tratase.
Conjugado con la historia, hay mucho más. Nuevos rascacielos, como el complejo 'Bakú Flames' (Llamas de Bakú) se alzan en el aire, como símbolo del poderío y del auge económico de la nación transcaucásica, que de muy dignas formas alcanza la cumbre de su esplendor. Bienvenidos a la tierra del fuego.
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